Es domingo, son las ocho.
La alarma de René no suena pero los pájaros en el jardín me despiertan. Hoy Andrés no irá al entrenamiento de béisbol y entonces me doy "el lujo" de despertar más tarde: sí, a las ocho es tarde.
Un cereal, y luego hacer algunas cosas para dejar pasar un rato antes de salir a correr: una lavadora, recoger la casa, limpiar lo que se atraviesa... yo quería esperar 30 minutos y pasaron 90.
Al final me alisto y salgo a correr. Ya pronto es la Carrera del Lobo y quiero estar lista, hace mucho que no corría ¿resistiré?
Mientras corro escribo en la mente y recuerdo cuánto me gustaba escribir. Escribía sobre el viento, sobre el sol, sobre cada cosa que sentía. Ahora solo escribo en la mente mientras camino, mientras espero, mientras manejo. Pocas veces las palabras en mi corazón alcanzan el papel.
Dejo el celular en casa mientras corro. Y me siento libre. ¿Y si me caigo? ¿Y si me canso? ¿Y si...? ¡No pasa nada y soy más ligera! Quisiera ser más libre del celular por más ratos. Ahí llevo el correo, el whatsapp, el twitter, el facebook, la enciclopedia, la solución a muchos problemas, pero quisiera ser capaz de liberarme de él más ratos.
Regreso de correr. Los niños y René ya desayunan. Segunda lavadora, tercera lavadora, cuarta lavadora y no terminaré.
Comer con los abuelos. ¡Qué delicia!
Supervisar la tarea de los chicos.
Otra lavadora.
¿Y el mercado? -Será mañana. Comeremos ensalada de atún (además es deliciosa).
Consigo que se duerman y adelanto un poco del trabajo para la semana. Un poco de lo que está retrasado desde hace algunas semanas. ¿Adelanto o trato de recuperar el paso?
Repaso la semana que está por comenzar: Correos por escribir, otros por responder, juntas por preparar, producir documentos, entrevistas, mapear procesos, dar clase, calificar proyectos. Por las tardes: entrenamiento de béisbol, de basket, dentista, nutriólogo, el mercado que quedó pendiente, entrenar para la carrera, cocinar, acompañar a los chicos a estudiar para los exámenes. ¿Escribir? ¡Ojalá!
